jueves, 15 de diciembre de 2016

David González

David González


En la dermis del planeta
diluvios envuelven
la periferia
con sudor publicitario.
Mis amigos se incineran
en adjetivos imposibles
ofrendando óseas realidades.
Sus tardíos juramentos
son candelabros
alumbrando
los pliegues del insomnio
en el placard encefálico
que cargamos
arriba de los hombros.


desprendimientos de paisajes
 se estiran en velocidad los piquillines
  andrajos de nylon
  colgando de sus espinas
   apertura indómita de cielo
    el horizonte se hace música
     la distancias aparentes
      son una invención del hombre.




Goya no dibujaría
los perros gordos del miedo
ni nuestra pérfida ceguera,
únicamente el poema
parece intuirlo.



mi antena fluídica
baja poemas de los cielos
mi perra los destroza
como bolsas de basura


desparramadas palabras
que nadie leerá


pulsaciones
no adaptables al medio
han de perecer


titánica labor la del perpetuarse.



el cartón
amarga mi perspectiva


la piel
se siente ajena
al hueso


todo tiene mas de un sentido


conjeturación;


los sin nombres
viven tras los espejos.

(c) David González
Viedma
Provincia de Río Negro

David González (1979) es un poeta argentino. Vive en Viedma (Provincia de Río Negro), en la Patagonia argentina.
Publica textos y poesía en publicaciones literarias, suplementos culturales y páginas webs culturales y poéticas de Latinoamérica y España.
Sube material de su autoría en el blog www.fragmentario.blogspot.es
Editó la plaquette de poesía  “11” (ediciones de La Mariposa y La Iguana) en el año 2016.



































Federico Spolianzky

Federico Spolianzky


Debería ser costumbre aplaudir al atardecer, al encenderse una marquesina, caminar respetando el paso del buey, no estropear la decadencia.

Abarca la historia: Sansón, Atila, María Estuardo, un grano de choclo en el desagüe.
You es estar cerca o lejos cuando se abre la boca, me gusta la palabra boca. You, vos, usted, dejar al viento un camino entre los ojales, un camino a la medida de un viento corto entre los dos. You podría ser la soledad del Báltico, una altiplanicie, you podría ser la soledad del Báltico, una altiplanicie donde hablar.


Toma la ballesta sin saber qué es la caza, es bailarín. Escondido en un palco observo cómo organiza un bosque sobre el escenario. Un bosque no es territorio mudo, es un puente colgante sobre el dosel de los árboles, una cerda sobre el labio, un colmillo en el mentón. Las zapatillas de baile se hacen oír sobre el caucho, embiste la espada, touché, solo es baile si es bongó. Una luciérnaga cosida en las puntas trae luz a una madriguera que jamás se hubiera podido vislumbrar. El bailarín cierra el acto rodeando el lago, ya no estoy reclinado, ahora soy un eucalipto, dejo que me parasite.

    
La melancolía se alimenta de las sobras de una lata de anchoas, los restos de una anchoa que puedan encontrarse en una bota.

En tierras de colonia y hugonotes, los dueños y criados salen a ventilarse en vísperas de calor, baldean los pisos con agua y jabón en pan. Tienden las sábanas en patios y baldíos, si escasean los broches usan cordones y hebillas. Bailan, patinan sobre losetas de piedra hasta la fanfarria, no es borrachera, es un trance que desconoce la hambruna, la vida en feriado, ebrios en azafrán.


Es una síntesis decir amor, te amo, azalea versus lila, preguntarse: ¿qué nos diferencia? ¿en dónde se encuentra el pensamiento de una azalea con el de una lila?; donde hay orangután ¿no hay hombre? ¿no hay piel de hombre y azalea, lila de hombre, magia y hacer?


El anonimato de los elefantes, de un viejo pintor, de una cachetada, ha sido una vida de íconos sin dios. Así de anónima apareció su mirada bajo la lámpara de querosén, los campos de girasol en las patillas, la expresión de tristeza irreparable, la paciencia.


Espero un momento de gracia, una línea ocupada, una duda patrón.


Siempre hay algo encerrado en la boca, tres patos pasan a caballo por donde camino y yo encierro con mi cámara la mirada de un mono, la piedra que le cae encima.


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Siempre que entro en detalles lo hago mal, son pocos centímetros los que se me escapan, así y todo leo un papel, a nadie le importa si es amarillo. Los colores dependen de un banco, una superficie. Esta paradoja los mantiene vivos: los colores mueren de hambre pensando, el gobierno del color puede ser infinito y yo, sin la audacia del color, escribo.

Amarillo me satisface, como me satisface el viento cuando pega en mi cara, en los rasgos míos que se endurecen, son una voz dura y estéril, no por eso dejan de ser míos, hablo de ellos en tercera persona, no los puedo ver desde donde estoy, hablo de ellos.

fragmentos del libro Duda Patrón (Alción Editora)

(c) Federico Spolianzky
Ciudad Autónoma de Buenos Aires

Federico Spoliansky nació en Buenos Aires en 1970. Es escritor, director, musicógrafo. Hizo un Master en Cine en Inglaterra (London Film School & London Metropolitan University). Es Licenciado en Psicología (Universidad de Buenos Aires). Recibió el Primer Premio Nacional Iniciación de Poesía, Ministerio de Cultura de la Nación (Bienio 1991-1992). Publicó Duda Patrón (Poesía, Alción Editora, 2010), El Agujero (Cuentos, Ediciones Florida Blanca, 1995). Ha dictado clases sobre ópera y literatura en la Biblioteca Nacional, AMIA, la Asociación de Amigos del Museo Nacional de Bellas Artes.