El claro regresoA Mario Benedetti Cuando el río sube con sus desperdicios (en la difunta alegría de lo que ha sido revelado), la mujer abre la jaula. Una fotografía de impaciencia dirá ser su verdugo, pero es otra la tormenta entre bambúes; hubiera sido preciso desterrarse hasta el no-castigo, hasta la parálisis de quienes moran la noche con forma de camelia y maneras de pelícano. Es probable la escarcha, como el amor es probable su ácido y las lívidas rotaciones plegadas sobre el porvenir. Acaso el testigo, siempre el acaso merodeador guardará la muralla. El altísimo, acaso, ligeramente profanara las enredaderas de tu heroica pureza. Se inclina un insecto. Simulado Antonin Artaud barre los desperdicios: La vajilla está rota, Nishapur está en llamas. No te prepares para el encuentro.
¿Cómo creer que lo ignora,
como si hubiera arrojado los granos de la más fría soledad en su totem? Nunca más recuerdos para lamer, ni almendras dispersas. Jamás un himno para estos perros del adiós. Que me instiguen a huir. Anudo la desposesión frente al prodigio. Dejo las vanidades de este mundo. Atrás las palabras indulgentes, Transformadas de arriba abajo por el sacrificador. ¿Hablábamos de paraísos?
¡Sí, sí! ¿Y entonces?
¿Cuándo me embriagaron con el nacimiento? Aquellas fueron las frutas de tu linaje.
(c) Manuel Lozano Gombault
París, diciembre de 1996/Buenos Aires, septiembre de 2002
(Este poema inauguró la edición de "El Oro de los Tigres -Comunicación de Autor",
del 4-VI-2009 |
MAISON DE LA VIERGE
Todo viene a mí cuando soy nadie.
Subo los escalones del escondite,
subo desde la barca de un Egeo celeste
(cuya historia no conozco, pero lastima)
hasta el bosque primordial de la alegria.
Todo vino a mí cuando era nadie.
¿Cómo pude saber del resplandor
cuando el mundo vertió escándalo y cenizas?
Tenía dieciséis años, pero albergué
el Secreto hermoso en medio del desprecio.
Todo viene a mí cuando soy nadie,
cuando asciendo por la sangre del hombre
y arborezco, fructifico, y doy a luz
con el ardor del vómito incesante.
Quien toca el corazón, toca su reino.
Yo vagué por el escalofrío.
Me interné -sin esa hiena los miedos-
para nacerme con los brazos en cruz
antes del alba.
(c) Manuel Lozano Gombault
Efeso-Pamukkale, 3-I-2012
Manuel Lozano nació en Córdoba, Rep. Argentina. Es escritor (poeta, narrador, crítico literario y ensayista), profesor y licenciado en letras, y Doctor Honoris Causa en Educación (distinción otorgada a su brillante trayectoria, en 2004 y 2007, por el Consejo Iberoamericano de Educación, conformado por 13 universidades de España y Latinoamérica). Ha cursado estudios de literatura y lingüística en Europa. Es "Master en Historia de la Cultura Argentina", habiendo recibido la máxima calificación (10) y la medalla "Victoria Ocampo", por su tesis "El enigma Silvina Ocampo. La Paradoja y lo Sublime". Concluyó, en 1998, el "Master en Comunicación". Para ello elaboró una tesis sobre la resignificaciones de la agonía y la muerte en los mass-media.
Obtuvo, por unanimidad, el "Premio a la Excelencia Educativa", otorgado por el Consejo anteriormente citado. Con tan sólo dieciocho años, presentó en la Universidad Nacional de Córdoba sus ensayos: "Shopenhauer y la Revelación del Budismo en Occidente", y "Platón, Plotino y Neoplatónicos en el Renacimiento Italiano", como así también empezó a dictar conferencias y seminarios a lo largo y ancho del país, labor que continúa desarrollando.
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